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jueves, 25 de febrero de 2010

Sobre la toma de decisiones y los principios morales…

Hoy me he puesto a recordar. He pensado en un periodo que se vivió en muchas universidades hará cosa de un año, las ocupaciones anti-Bolonya. Como muchos sabréis (y a los que no lo sepáis os lo cuento ahora) se decidió implantar un nuevo plan de estudios en las universidades españolas que por una serie de motivos, en los que no me entretendré, fue muy polémico y criticado por parte del estudiantado y profesorado. Pues bien, una de las medidas que aplicaron aquellos que no estaban a favor fue la ocupación de las aulas y, por ende, de las facultades.

En las asambleas estudiantiles de cada facultad se decidía si se procedía a la ocupación de la misma o no pero luego, evidentemente, cada cual era libre de hacer lo que quisiera. En algunos casos, y ese fue el mío, una clase entera decidía tomar una decisión conjunta sobre la participación en la protesta, de modo que si se elegía protestar seria con más fuerza y si se decidía no hacerlo, nadie perdería clase.

Una vez introducido el contexto os diré que esta reflexión no es acerca del plan Bolonya ni de las ocupaciones ni de nada por el estilo. Voy a hablar de lo que significa tomar una decisión según mi parecer.

Para decidir si la clase se unía a la protesta o no hicimos una serie de largos y densos debates para finalmente llegar a una conclusión: nuestra clase se añadiría a las ocupaciones. El caso tres personas votaron en contra (yo entre ellas ya que no tenia suficiente información como para decantarme a favor o en contra del plan) y el resto de clase a favor. Hasta aquí el mundo (o al menos la parte de éste representada por mi clase) aún iba bien, estábamos demostrando que éramos capaces de luchar por nuestros ideales.

Una vez la clase había tomado una decisión yo me encontré en una situación difícil… No estaba a favor del resultado de la votación pero había participado del proceso democrático lo que significaba que, si creo en éste sistema (que creo bastante firmemente en él), debía ocupar las aulas junto a mis compañeros. Eso es lo que hice.

El primer día todo fue bien, los “problemas” empezaron al día siguiente. Sorprendentemente (nótese la ironía), solo se presentó la mitad de la clase a la ocupación, el resto se quedó tranquilamente en casa, aún así yo decidí presentarme al día siguiente. Tal como era de esperar la mitad ausentista del día anterior no vino, pero es que tampoco vino la mitad del resto, así fue como cada día el grupo de ocupantes representado por mi clase se reducía… El último día de la ocupación creo recordar que éramos unas 4 personas entre las que había alguien (yo) que no estaba a favor de la ocupación.

Esos días me dieron mucho que pensar. ¿Qué significa para la gente tomar una decisión? Pero más aún, ¿Qué papel juegan nuestros principios en la toma de decisiones? Bien, mi clase, y del mismo modo que ellos creo que gran parte de la sociedad, ha demostrado ser capaz de olvidarse de sus compromisos morales a cambio del beneficio personal, en este caso para poder disfrutar (sean cuales sean las consecuencias sociales, recordemos que ése podría haber sido un momento de transición para la educación) de una temporada de vacaciones.

Más allá de todo eso, muchas veces he visto, como a lo largo de esos días, que no somos conscientes de lo que significa votar o lo que es en sí la democracia. Tomar una decisión conjunta implica precisamente eso, la fuerza del conjunto. Qué sentido tiene decidir algo democráticamente si luego el que no esté a favor del resultado va a hacer lo que quiera o, peor aún, que el que sí esté a favor del resultado actúe de forma contraria a su decisión.

Sí queremos un mundo en el que la gente se ayude la una a la otra, donde el altruismo no sea una utopía y en definitiva, un mundo que no vaya tan mal, debemos mirar primero hacia adentro. ¿Que es lo que yo puedo aportar y no estoy aportando?

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